Matsyasana: La postura del pez
Ayer tuve uno de esos momentos de epifanía en los que recuerdo porqué hago yoga.
Durante el día había tenido un pequeño malentendido con dos personas que quiero mucho, unido a algunos otros contratiempos propios de estos tiempos que corren. Al volver a casa me sentía enormemente triste y emocionada. Estas emociones tenían una traducción física muy clara: sensación de opresión en el centro del pecho, debajo del esternón.
Monté mi pequeña escenografía yóguica en el salón: la esterilla, velas, música; y me «bajé al suelo» , no tanto con el plan de hacer algo que me tranquilizara o aliviara, sino movida por la deseperación de no saber cómo calmarme.
Estuve haciendo algunas poses reconfortantes (el niño, etc.), ejercicios de respiración, y finalmente me sorprendí a mí misma colocándome de manera muy espontánea en la Postura del Pez. Esto no tiene nada de raro, esta postura siempre me ha gustado mucho, pero creo que nunca había estado tanto tiempo en la postura ni con tanta intensidad como ayer. No quería salir de ella: era justo lo que necesitaba para deshogar ese nudo en mi pecho, cada respiración me ablandaba un poco, podía sentir el alivio y aún así sabía que tenía que seguir en el pez, porque el agobio era tan grande que necesitaba mucho para suavizarse…
Lo de la epifanía del principio se refiere a la manera en la que mi cuerpo, cuando estaba en el momento preciso (y supongo que eso tiene que ver con la «escenografía», con los ejercicios de respiración que había estado haciendo,..), supo exactamente lo que necesitaba hacer en ese momento concreto. Donald Stapleton, que fue uno de mis profesores, nos explicó que el origen del yoga está en los movimientos y po… (sigue leyendo aquí)